Dano: samples por descubrir, beats por hacer, barras por escribir
En Nuevos Trapos, su último disco, el rapero argentino afincado en Madrid pule su fórmula al mismo tiempo que disfruta de sus logros luego de dos décadas de trabajo arduo. Hablamos con él.
Dos años después de El hombre hace planes, Dios se ríe, Dano vuelve al ruedo con Nuevos Trapos (MÉCÈN Ent), el álbum más disfrutón de su carrera, en el que pule su fórmula, diseña ambientes placenteros y elegantes y canta más que nunca. De todo esto hablé en la reseña, y también con Dano en esta entrevista.
Cuéntame del proceso de Nuevos Trapos. Empezaste con el plan de un mixtape neoyorquino y, al final, como tú dices, siempre cosas, ¿no?
Mira, me enfrenté a algo que claramente no estaba funcionando. Vine muy ilusionado de Nueva York, con una idea muy clara, y luego me di cuenta de que todo se estiraba: mucha gente que había dicho que sí a colabos no las mandaba por giras o lo que sea. Lo de Benny, que surgió a raíz de la idea de Nueva York, tampoco caía. Y todo buena onda, la mejor con todo el mundo, pero de repente dije: “¿Qué coño estoy haciendo? It makes no sense, se suponía que esto tenía que ser más fluido”. Una minicrisis. Y entonces dije: “¿Por qué estoy sufriendo por llevar a cabo un concepto que yo mismo he inventado? Fuck it, que el disco sea la música que estoy haciendo, los beats y las colabos que más me han gustado de lo que he hecho. Voy a hacer un álbum como me gustaría a mí que fuese el de un rapper”. Fue un proceso de liberarme de la necesidad del concepto. Yo estoy acostumbrado a que el concepto prime sobre todo, y en este disco ha ido la música primero.
¿Y aprendiste de eso, de adaptarse a cada momento y no exigirle al proceso lo que no te puede dar?
Sí, totalmente. Son cosas que uno “sabe” o ha vivido en otras circunstancias, pero que luego aplicarlas a uno mismo es más complejo, ¿no? Sobre todo porque he trabajado siempre de esa manera y las cosas han salido como yo quería. Pero claramente no era por ahí. Entonces, sí: aprender a regular y a no intentar construir un grifo nuevo, sino saber cuál se está abriendo. El que se abre solo, ese es.
Creo que este es el disco más disfrutón de tu carrera. ¿Cómo ha sido hacer música desde esas emociones en contraste con, por ejemplo, dejarte la vida haciendo Istmo?
Supongo que simplemente me guío por lo que siento. Este disco es el reflejo de cómo me estoy sintiendo, de que me encanta hacer beats y que la movida se desarrolle y otros beatmakers me inspiren, de que nunca se frena la ilusión. Con poder hacer una música que me convenza, que me parezca que está a la altura de lo que está pasando en este submundo sonoro, ya está. Es como jugar a satisfacer esas pequeñas burbujas internas de decir: “Hostia, quiero una canción así”. Supongo que también tiene algo de aprovechar la circunstancia para empujar la atención a este sonido y a esta parte más cruda de la movida. No sé, igual en unos años me apetece hacer otra cosa, pero ahora mismo tenía ganas de aprovechar toda la energía y la atención que puedan llegar en seguir subrayando esta mierda, ¿sabes? Me gusta mucho.
Háblame más de esas burbujas internas.
Son cosas en las que llevo ya un rato, como los samples argentinos. Mir Nicolás lo hizo muy notorio en su último disco, y lo llevábamos haciendo desde ese fallido Magic Kids 2 que en un momento empezamos: estábamos sampleando Argentina full, el T&K estaba sampleando Argentina full, y más gente estaba en esa movida. Como hace Manu Beats con España desde hace un montón de años también, ¿no? Intentar hacer esos beats que suenan a la movida que nos gusta, East Coast, pero con nuestros samples. Estamos maleducados en la música hispana —incluyo la latina y la española— y pensamos que esos sonidos no están aquí. Pero solo hay que buscar más, ahí están. Ha sido un reto grande.
Los cuatro primeros temas tienen samples argentinos. El último también. Y “Mark Ruffalo”, que es Spinetta, cualquier fan lo reconoce: le pedí permiso a la familia Spinetta, a Dante y Catalina —su hermana, que gestiona todo el state del padre— y me dieron el OK y muchas facilidades. No me cobraron ni me exigieron las mismas cosas que a los demás, y eso fue muy bonito, ¿sabes? Obviamente que hay unas mínimas cosas que hay que hacer, porque es la industria. Pero fui de frente, por lo emocional y espiritual, y también por hacerlo bien, legal. Pero sí, ahora que lo pienso, más de la mitad del disco son samples argentinos. Y luego pues intenté conseguir que uno fuera un drumless súper loco, otro que fuera una Griseldada con piano, que a la vez fuera “New York State of Mind” y a la vez fuera Pete Rock shit. O “Ley de Murphy” que es un drumless no habitual, no es de los de dos acordes con su rimshot y su percusión pequeñita, sino una cosa rara de cachos raros, que Alchemist hace mucho: he aprendido un montón de él. Y conseguir todo eso con samples argentinos es algo que me deja satisfecho y feliz, en mi fuero interno y en las conversaciones que puedo tener con cuatro amigos beatmakers freaks.
¿Qué más? Cuando nos juntamos con Bhavi en el estudio no era para mi disco, ni para nada, solo nos juntamos para crear. Por lógica el punto común era algún trapsito, igual más Mello, más orgánico. Escuchamos dos o tres beats y nada nos terminaba de volver locos, y yo quería algo que nos volviera locos. Y sonó este beat y era como un slow jam, y ni él ni yo pensamos que fuéramos a terminar ahí. Surgió natural, y en otro momento no habría metido esta canción en mi disco por el sonido, o por lo que fuera. Y dije: “¿Por qué no? Si este soy yo también”. Y así pude tener un temita más sexy, escrito desde una mentalidad de barras pero interpretado a modo R&B. Es una cosa que empecé en el disco anterior con la Juicy, y era una manera de seguir desarrollando esa vertiente.
En la tradición del rap en español no tenemos a tantos raperos haciendo ese estilo que en Estados Unidos era una obligación. Podías ser Jadakiss, Jay-Z, el más duro, pero si no entregabas un tema para las ladies en tu disco, la disquera no te lo recibía. Tú lo exploras en este disco, también en “Notorio”.
Sí, “Notorio” es claramente un ejemplo de esos temas del 97, 98, ¿sabes? Sampleo ochentero, coro R&B. Si lo pudiéramos meter en un subgénero, es el mismo que el de “Con billetes”. Ese momento 97-98 que siempre he querido hacer, igual no es lo que más hago, pero me encanta escucharlo y tenía ganas de soltar algo así.
“Notorio” fue una de las demos que hicimos para el disco de Duki. Fue la más rapera y yo sabía que no iba a entrar en el álbum. Mientras él lo escribía, tomé la posición de productor para guiar la energía y exigirle. Y qué hijo de puta, para mí es uno de sus mejores versos en este mundo sonoro, no en el trap o en el reggaetón. Me sorprendió su delivery y cómo lo soltó, ¿sabes? Me quedé calladito, esperé a que saliera Ameri, porque hay que ser paciente y seguir los protocolos de la industria, y cuando salió el disco le mandé el mensajito: “Oye, ¿y esto? ¿Se puede usar?”. Para mí fue un reto montarme a ese tema. Duki ya había hecho un verso espectacular, y me parecía divertido empezar mis barras con un juego parecido al suyo, con la referencia a The last dance, el documental de los Bulls. Lo intenté dos veces y no me terminaba de convencer, y fue como, “Claro, estoy haciendo lo mismo que él ya hizo, y lo hizo mejor”. Tiré mis dos intentos a la mierda y me escribí todo como si su verso no existiera. Hay que ser exigente y someterse siempre al autojuicio.
Cuando hablamos de El hombre hace planes, Dios se ríe, me contaste de cómo habías cumplido tus caprichos de productor como poner a Gloosito o a Juicy Bae en otro tipo de beats. Y creo que pasa acá también con Lua: su coro puede ser mi momento favorito del disco.
Ay, hermano, qué bueno. Sí, fue increíble. La conocía en persona, pero, escuchando la música que llevaba como bandera, no quería presuponer por su afrodescendencia que le gustaría hacer algo así. Y se lo dije: “No quiero presuponer por tu afrodescendencia que te gusta esto o que te ves en esto”. Y me dijo: “Hermano, mi artista favorita de toda la vida ha sido Aaliyah”. Nada más que decir. Fue un lujo. Está trabajando su música con una estética tan clara, y pude sacarla de ahí para ponerla en una movida del 97, ¿sabes? Faith Evans shit, Aaliyah shit. Fue divertido.
Imagino que con LaBlackie fue similar.
Sí. Con LaBlackie nos conocemos, hemos compartido birras, todo chill en Barna. Independientemente de la música que esté desarrollando, uno sabe cuando la gente tiene un rapper interno. Y pensaba en que me encantaría escucharla en algo así, era mi fantasía sonora. Esperaba que molara, pero no que hiciera algo tan personal. Eso me gustó, me gustó mucho: tuvo un espacio para abrir el pecho y decir cosas de su vida.
Estas canciones son más minimalistas, las dejas respirar más. ¿Cómo ha cambiado con los años tu idea de cómo hacer una canción? ¿Crees que con los años viene algo de menos es más?
Al menos en este momento sí. Creo que es innegable. Me he puesto un poco a prueba en cuanto que menos es más, pero también para poder aplicar todo lo que sé de una manera más comprimida. Menos es más, pero porque quiero hacer menos. Vengo de un disco doble, estaba con el trip de los discos dobles de 2Pac y Biggie, o de los mixtapes de 60 Minutes of Funk. Quería evocar eso. Esto es lo contrario, esto es como una cajita pequeñita, hermética: no para que no pueda entrar nadie, sino que no pierda por ningún lado. Acá está Hugo [Astudillo, aka Escandaloso Xpósito, saxofonista] en un par de temas, pero en el anterior hay más solos, más movidas. Nuevos Trapos es beats, bars and melodies. Esto es lo que hago, I do this, y me lo paso bien. El hombre hace planes era un edificio más complejo: con más interludios, más sobrecarga, más audios, más sketches, más, más, más. Ahora quise hacerlo todo más tight, al grano. Y me concentré en el dibujito emocional del tracklist, por dónde te lleva y cómo te afecta emocionalmente. Con eso he quedado contento.
Es tu disco más melódico, un paso más cerca de tu inevitable álbum de R&B. ¿Cómo te sentiste cantando tanto?
Supongo que es todo lo acumulado y aprendido en los últimos años trabajando con artistas, sobre todo femeninas, de R&B y pop, experiencias de tener que resolver en el estudio, y la confianza que eso te da. Aprendes de qué debe tener un estribillo, qué tipos de palabras tienen que ir y por qué, toda esa ciencia no escrita de los hooks. No digo que sea un experto ni mucho menos, pero he aprendido trucos y maneras de ordenar las ideas, de qué cosas son importantes: eso es la producción musical, y eso es lo que aplico cuando hooks, supongo.
Supongo que escribir dieciséis es una habilidad distinta a escribir un buen hook.
Para los rappers va de la mano. Yo empecé a hacer estribillos siempre desde la mentalidad de un rapper, y luego trabajando en la industria he aplicado cosas de la escritura de rap a hacer estribillos. Me gusta esa dualidad, estoy en el medio: intento aplicar las cosas que nos parecen importantes a los rappers —que todo rime, cosas de orden, que la primera frase no puede ser mejor que la segunda—, pero los estribillos los tienes que aprender a ordenar de otra manera: a reducir, a quitar. Muchas veces en el estribillo hay que quitar. Es muy interesante.
Tú planteas en “Superdeportivo” que estás perfeccionando tu fórmula. ¿Cómo te relacionas con la expectativa de evolución, o con la perspectiva de que estás hablando de lo mismo una vez más?
Si te digo la verdad, solo me afecta cuando me lo dice alguien. Si no, no me importa, yo no hago la música por nadie, la hago por mí y para las cuatro personas frikis con las que me junto a hablar de esta música.
Déjame replantear. No hablemos de expectativa. ¿Cómo piensas la idea de evolución en la música y en tu proyecto?
Siento que la evolución se tiene que dar porque uno sí quiere evolucionar, no por lo que los demás quieran o exijan. Tiene que ver con lo que uno siente en su fuero interno. Obviamente hay críticas que son bombas de relojería, en un momento uno no las siente y con el paso del tiempo uno dice: “Vale, ahora entiendo lo que quería decir la gente”. Pero en líneas generales no me suele preocupar mucho lo que la gente pueda esperar, sino que yo esté tranquilo y las canciones estén al máximo nivel de lo que quiero transmitir. Tengo capacidad empática para entender que la gente proyecta sus deseos, y a todos nos ha pasado como oyentes que un artista nos decepciona. Yo me preocupo de estar a la altura de lo que yo quiero y me gusta, de que las cosas suenen como tienen que sonar, tight. Lo demás me da igual.
Una vez hay sueños que se cumplen, como dices en “Nazaret”, ¿qué mantiene el hambre para seguir rapeando, pensando en beats, en todo este juego?
Que todavía hay samples por descubrir, que todavía hay beats por hacer y todavía hay barras por escribir. Que en el rap haya gente haciendo cosas increíbles, que aparezca peña con nuevos patrones o deliveries. Que el craft todavía siga evolucionando me parece increíble. Que haya gente más joven y mayor que yo haciendo cosas que son la bomba me parece brutal. Me encantan las movidas que está haciendo JocBeats —lo conocí en Argentina y lo amo, es mi hermanito— y que de repente haga los remixes de reggaetón: es lo mejor del mundo. O Estee Nack, que sigue pusheando el rap, haciendo que nos preguntemos dónde termina la rima. O Cerounno, en Argentina, que ha hecho todos los deberes y está aportando su propio tinte, su propia salsa. Alguien me preguntaba si nunca se acaban los samples. Y no, claro que no se acaban. Siempre hay países raros que no conoces, nunca se va a acabar. Siempre hay música increíble, y siempre hay un hit esperándote debajo de una esquina rara, en una tienda rara, ¿sabes?
Háblame más del momento del rap argentino y este momento tan fértil que están viviendo. Tú y yo ya hemos hablado de H de Perra…
El H de Perra es una locura, como escribe, el delivery que tiene y la manera de construir las frases y usar argot: street smart. Ze Pekeña también: es una locura el delivery de esa muchacha. No entró en el disco porque estaba fuera de Baires, si no probablemente hubiera estado. Hay un montón de gente en Argentina, la verdad. Lo que me gusta es que hay lugar para todo, no son solo cuatro gatos en un lado y cuatro gatos por otro lado. Y luego está toda la movida plugg, toda la movida Flint. Y hay un montón de pibas rapeando también, HELLOLOLA, todo eso, ¿no? Me parece un momento muy cool porque siento que cada subgénero está volando solo o empezando a crear su movida.
Ya que se completó la trilogía MÉCÈN - Griselda, ¿cuál es tu opinión de Griselda y su valor para el rap?
No fue solo una cuestión sonora o estética. Han sido faro en cuanto a lo que han hecho por el “rap adulto”, o el rap hecho por adultos, si quieres. Fuera de la música, lo que más me ha gustado de Griselda es que los ves en un cartel de quince metros de alto en Times Square al lado de Taylor Swift, con sus abrigos Balenciaga, pero mira cómo suenan, mira todo lo que alcanzaron sin renunciar a su identidad, siendo fiel a su movida y haciéndolo tan sólido. Van al Roc Nation Brunch, tienen fotos con Rihanna, y no tuvieron que cambiar su identidad ni su sonido ni lo que quieren expresar. Es un ejemplo increíble, da confianza.
Al escuchar el disco pensé en el Jay-Z de In my lifetime, vol. 1, o una conversación de Nuevos Trapos con un tema como “Imaginary Players”. Era una época en la que estaba ampliando su alcance, y pensando más en hits. Y los hits tampoco hacen parte de la tradición del rap en español, y creo que acá hay hits. ¿Cómo lo ves?
¡Sí! O sea, del cánon de esta música, porque si uno busca un hit de verdad, para TikTok o la radio, que está perfecto, estaría intentando otro sonido. Para mí es un juego conmigo mismo, de demostrarme que puedo hacer ciertas cosas, cierto sonido, y pasármelo bien. No busco hits para pegar o que suenen en cierto lugar, busco buenas canciones. No me importa que esté acorde a lo que suena ahora, quiero hacer la música que me gusta a mí. Intento hacer hits de hace veinticinco años. Es divertido cuando metes a gente joven o artistas con otros sonidos y los traes a esto, ahí se genera una una alquimia peculiar. El objetivo es hacer buenas canciones, que se puedan cantar en los directos, cuyas melodías se queden pegadas en tu cabeza. Que suenen bien en el carro y en tus auriculares. El disco, como lo dijiste, es más disfrutón.
Me gusta mucho el cierre, que habla de todo lo que no has dicho y quizás ni siquiera puedas decir.
Tiene que ver con la idea de lo que no es verbal, ¿no? Hay emociones tan grandes que las mejores analogías solo son intentos de darle forma a algo que no lo tiene. Cuando las ponemos en palabras es nuestro intento de bajarlas a la tierra. Por eso la poesía es tan bella, porque se esfuerza en poner palabras —bellas, interesantes o crudas— para evocar en los demás esta cosa tan grande que tú has sentido. Pero esa cosa tan grande es de otro plano. Es como la movida de que el nombre de Dios es el nombre que no ha de ser pronunciado, no porque esté prohibido, sino porque hacerlo ya convierte lo divino en terrenal. Decir “Dios” ya es bajarlo aquí, mancillarlo. Ninguna palabra le hace justicia. Supongo que era una manera mía de hablar de cómo eso que sentimos es tan grande que las palabras son solo un mero intento de representación, pero nunca llegan a lo que es. Tendrías que ponerte un cable para sentir lo que yo siento.